A PESAR DE LA ESCASA ASISTENCIA DE PÚBLICO, EL ROCKERO POLIFACÉTICO COMPOSITOR Y PIANISTA ARGENTINO OFRECIÓ EN SEVILLA UN ESTUPENDO CONCIERTO, PLENO DE SENSACIONES Y EMOCIÓN, ENMARCADO EN LA GIRA DE CELEBRACIÓN DEL 30 ANIVERSARIO DE SU MÁS EXITOSO ÁLBUM “EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR”.

Si bien es cierto que sobrevolaba antes del arranque un halo de tristeza debido al desangelado aspecto que ofrecía tan magno escenario en tan privilegiada ubicación (pocos enclaves más bellos que la Plaza de España encontrarán para tocar los músicos en cualquier tour mundial), los aproximadamente 1.200 espectadores comprobaron desde las 22:32 de un plumazo cómo desaparecía cualquier atisbo de desamparo ante la introducción y primeros acordes de la canción que abrió el LP -arriba citado- más vendido de la historia de la música en Argentina -que se dice pronto-: de buenas a primeras la gente tarareaba, cantaba y gritaba feliz aquello de “nadie puede y nadie quiere vivir vivir sin amor”. Las letras y sonidos de esas canciones de 1992 han quedado grabadas en la mente y corazones de sus fans per sécula seculorum consiguiendo el artista rosarino y su magnífica banda, de inmediato, una íntima y cariñosa conexión con su público; fueron cayendo y en el mismo orden original del citado disco casi todas sus piezas. Por cierto, sus iniciales, combinadas con las cifras del año en que se grabó y el año actual bautizan su último trabajo en que revisita y da una nueva mirada a esos temas “EADDA9223”.

 

Rock talentoso y elegante (Fito saltó a la palestra vestido de traje color mostaza y camisa y en dos o tres piezas empuñó una guitarra eléctrica), guapos toques bluessy de piano y muy bien acompañado de una más que solvente banda de 9 miembros con la guitarra eléctrica de Juani Aguero y una acústica (Carlos Vandera) apoyando las voces, la portentosa corista Mariela “Emme” Vitale (hija del afamado pianista Lito Vitale) y el teclista Juan Absatz -destacaron sobremanera los acertadísimos arreglos del trío de vientos (trombón de vara, saxofón y trompeta) y la contundencia sónica de la base rítmica formada por el batera Gastón Baremberg y el poderoso bajista Diego Olivero-, todo soplaba en buena dirección en la primera visita a Sevilla del enorme compositor, cantante y cineasta de 60 años. Destacaron en el primer tramo del show la contundencia de “Tráfico por Katmandú”, ese “sentir argentino de Piazzolla, Spinetta y Borges” de la balada “Pétalo de sal” y la beatlemaníaca “Un vestido y un amor” coreadísima por un respetable con alto porcentaje de compatriotas.

 

Viaje rockero y a veces funkie cargado de nostalgia poética rememorando tristezas y militares criminales y ratas como Pinochet, así como dictaduras de países hermanos de la América Latina como Chile y Nicaragua, letras maravillosas y el recuerdo al gran Charlie García en “Buenos Aires”. En “La Rueda mágica” mucha clase y frases impagables…”haber sobrevivido a millones de resacas…yo ya no pertenezco a ningún ismo”. Brilló en ejecución otro de sus muchos éxitos como “11 y 6”, así como el corte rockero homónimo al disco de 1994 “Circo beat”, para dar paso -con una intro harto oscura- a la canción más potente y desgarrada de la noche: ese pelotazo hard-rock (incluso cercano al heavy) “en esta puta ciudad…en esta sucia ciudad” que siempre fue “Ciudad de pobres corazones” -incluida en el LP “Euforia” del 87- en la que tuvimos desparrame eléctrico guitarrero en un tremendo y alargado solo con muchas pisadas al pedal wah wah.

Foto extraída de ABC de Sevilla.

Luego llegó el turno para ese divertido y vacilón rock&roll de piano con sabor boogie de “A rodar mi vida”…”no sé a dónde va mi vida” y se despidieron a las 12:14 minutos tras casi hora y tres cuartos de intensa actuación. Tras un mínimo descanso para cambiarse de camisa, FITO PÁEZ y su banda regresaron a las tablas -por expresa petición popular- para los bises que nos brindaron tres canciones más sumando así 20 minutos más de música: la entrañable “Dar es dar” con el héroe cantando al piano “a veces me desafina el corazón”, “Mariposa technicolor” en la que presentó a “este laboratorio que es mi banda” y la guinda final al pastel con uno de sus cortes más cursis, azucarados y un pelín ñoño, la muy celebrada y cantada a coro hasta la saciedad “Y dale alegría a mi corazón” con la que finiquitaron su paso por la tercera edición del cada vez más apreciado ICÓNICA FEST.

 

 

Postdata: este humilde cronista musical y redactor agradece a la organización del Festival y su gabinete de prensa la amabilidad con nuestro medio y la invitación al lunch previo con copas y jamón inclusive, así como la ubicación en el front stage.

 

Texto: Eduardo “Powerage” Pineda.

 

 

 

 

 

Save
Cookies user preferences
We use cookies to ensure you to get the best experience on our website. If you decline the use of cookies, this website may not function as expected.
Accept all
Decline all
Read more
Unknown
Unknown
Accept
Decline