Domingo, 10 de agosto de 2025. Hace calor, mucho calor. Lucho contra la holgazanería y me dirijo a la Sala Custom al concierto organizado por Madness Live. Si no me falla la memoria esta es la cuarta vez que viene a Sevilla Steve Harris con sus proyectos satélite, mostrando que a sus 69 años, ningún concierto, clima o sala se le hace grande o pequeña y que le apasiona tocar en directo, sea donde sea.

Con una apertura adelantada, algo inusual en esta ciudad y con estas temperaturas, llego a la sala y al salir, no pían ni los pájaros (tendrán miedo de la que se les viene encima). Oteo al horizonte y veo algunas caras conocidas, fundamentalmente los más viejos del lugar, todos con sus camisetas de Iron Maiden, casi todas anteriores al live after death, declarando indirectamente la razón de su presencia: Steve Harris.

Seré honesto. Tengo la certeza de que tres cuartas partes de la gente allí presente jamás iría a este concierto si no es por Harris. Me declaro fan declarado de Iron Maiden desde que tengo uso de razón y sin embargo, jamás había visto a British Lion.

El encargado de abrir el concierto es Tony Moore, el que fuera teclista del propio Iron Maiden a finales de los 70. Durante su concierto, de unos 50 minutos, este hombre orquesta tocó de manera indistinta guitarra o teclado mientras cantaba.

Durante el concierto, el propio Moore nos cuenta que este concierto y disco/ópera rock narra sus vivencias personales de los últimos años, presentandose como alguien entrañable que te abre un pedacito de alma al cantar sus canciones. Entre cambio y cambio, El mismo presentó y sintetizó su concierto en los grandes momentos de su vida: la pandemia de 2020, sus años de juventud y finalmente el cuidado de su madre, diagnosticada de alzheimer. Por destacar algo, su tema Just one night, sencillo y pegadizo.

No obstante y en mi modesta opinión, este concierto se me hizo bastante aburrido en general. Fue un comentario generalizado de cualquiera con el que hablé que probablemente con una banda en vivo hubiera cambiado mucho. Siendo sincero, considero bastante aburrido ver a un hombre orquesta cambiar de instrumento sobre una pista pre-grabada frente a un video proyectado de si mismo, cantando canciones “de su “musical/opera-rock” awake. Aun así, me voy con la sensación de como Tony es realmente feliz sobre el escenario, como cumpliendo un sueño.

 

Tras un breve corte, para hacer las últimas pruebas de sonido y desmontar el set anterior, aparecen en escena Steve Harris y sus compañeros de aventura: Richard Taylor (voz y guitarra) , Grahame Leslie (guitarra) , David Hawkins (guitarra) y Simon Dawson (batería).

 

Desde el primer instante se ve una banda compacta, completamente engrasada y donde todos saben qué hacer y donde ubicarse. Al contrario de lo que pensaba, Steve Harris rehúye durante la mayor parte del show del foco y cede el protagonismo. En multitud de ocasiones toca de espaldas o fuera de la luz directa de los focos, en un ejercicio de generosidad enorme hacia sus compañeros, que disfrutan del concierto con efusivas sonrisas e interacciones con el público. No obstante, todas y cada una de las veces que miré a Steve Harris cantaba con efusividad todos y cada uno de los temas, sin excepción, demostrando que más allá de que muchos puedan considerar este proyecto “la obra de caridad del bajista de Iron Maiden”, es una banda en la que cree y con la que disfruta tocando.



Sin embargo, escuchándole en directo me quedo con una sensación similar a cuando lo escucho en casa con los auriculares. Es un grupo que cuenta sin duda alguna con destellos de creatividad y calidad enormes en muchos temas y que sin embargo, quedan sumergidos en una maraña de música “fácil” y predecible. Para mi, las canciones que destacaron en casa son las que destacaron en el concierto: The burning, Spit Fire, Legend y Last Chance (todas de su último disco). 

No quiero dejar escapar esta crónica para alabar el grandísimo trabajo que hace Simon Dawson en la batería. Durante la última gira con Iron Maiden tuve la sensación de sentirle fuera de sitio, con un proyecto demasiado grande para él. Este concierto lo confirma, pues se le pudo ver relajado y mostrando su auténtico rostro, más relajado y sonriente.
Una vez pasados un tiempo tras el concierto, me quedo con un sabor de boca similar al que imaginaba y me hizo no ir a anteriores conciertos de la banda. Hoy en día, British Lion es una oportunidad, nada desdeñable, de ver a 2 metros a un ídolo y disfrutar del traqueteo constante de sus cuerdas de bajo y sus cabalgadas a lo trooper como si un hubiera mañana y de sacarte un selfie con él. Pero poco más.



Yo seguiré en las mías, gato viejo no salta por cualquier pájaro

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