En una noche en la que Sevilla estaba invadida por hordas futboleras del Real Madrid y el Barcelona por la final de copa en La Cartuja, vivimos una notable jornada de puro metal.

Arrancó a las 21 horas con el cuarteto asturiano (concretamente del municipio de Pola de Lena) BLAST OPEN, cuyos primeros veinte minutos de actuación apenas contaron con 25/30 espectadores (cosa que no les amilanó en absoluto) arrancando con las dos piezas iniciales de “Spitting blood” -su segundo y último álbum de 2022 publicado por Suspiria Records- : “Riding on a dead horse” y “Fallen angel” como buenas cartas trashers de presentación.

Enlazaron con su nuevo single “Invisible lines” perteneciente a un reciente EP de 3 temas, convenciendo a los presentes de la solidez de su propuesta que lleva rodando desde 2008.

Comanda el grupo Neftalí Vázquez cantando rabioso y con la guitarra rítmica, Andrés Álvarez en la guitarra solista y la base rítmica formada por el batera Marco Álvarez (lástima que tuviera un sonido un tanto apagado) y el entusiasta bajista Ton Jerez. El adelanto de su inminente lanzamiento “Resurrected” y la canción con chulo y oscuro videoclip “Pray without fear” certificaban que cumplieron con creces en su papel de calentar el ambiente, cerrando sus 45/50 minutos de show (agradeciendo la oportunidad que los cabeza de cartel les daban por abrir fuego para ellos) con “Trying to scape” y la peña compensó su esfuerzo con intensos aplausos.

Serían las 22:05 horas y con la sala ya con mejor aspecto con su centenar de espectadores aproximadamente cuando irrumpieron VIO-LENCE con dos pepinazos seguidos: “Liquid courage” y “Subterfuge”, si encima la conectan con “I profit” ya tienes el lío formado a base de eufóricos pogos y círculos bailongos a base de empujones como mandan los cánones. Fuimos conscientes de que cada tema del legendario álbum –“Oppressing the masses”- que venían a repasar con motivo del 35 aniversario de su publicación en 1990 para Megaforce Records, se convertía automáticamente en motivo de subidón para los trashers más veteranos.

Resultaba obvio el empaque de grupo gordo y la profesionalidad de los músicos que ha aglutinado a su alrededor para esta gira europea el carismático frontman Sean Killian (el único miembro “de los de toda la vida” que queda de la banda), a saber: la imponente presencia cercana a los dos metros del mítico guitarrista mercenario del metal norteamericano Ira Black (su impresionante trayectoria de primer nivel incluye nombres como Heathen, Lizzy Borden, Vicious Rumours, Mercenary, Metal Church…palabras mayores) siendo el segundo guitarra Max Georgiev (ex Falling in Reverse) cuyos solos sonaron muuuy bajitos, completando la alineación el eficaz bajista de los Psichosomatic Jeff Salgado -de aspecto y apellido latino- y el joven y portentoso batería Nick Souza quien, añadamos una información del tipo “prensa rosa” jeje, es el hijo de una leyenda del trash metal como Nick Souza el vocalista de Exodus.

Ese vocalista calvo canijo, con aspecto de enfermo, con sus muñequeras de pinchos y su peculiar forma de cantar acelerada, con espíritu punk y toneladas de agresividad siempre fue uno de los cantantes más burrakos y “echabronkas” del trash metal, antes de que naciera la escuela de orcos, guturales y demás (ustedes me entendéis) y demostró que sigue conservando su apabullante dominio del negocio. Tras 6 piezas del disco a recordar cayeron “Phobophobia” y “Serial killer” dos pelotazos pertenecientes a su álbum debut del 88 “Eternal nightmare” que tronó a continuación -la homónima-sin apenas dar respiro al respetable que disfrutaba sudoroso.

Con la sala ya entregada, volvieron a los inicios de su primer disco con “Kill on command” y la tremenda “Calling in the coroner” seguida del único acercamiento en toda la noche a su producción más reciente (“Let the world burn” EP del año 2022): la poderosa “Upon their cross”.

El fin de fiesta fue para el tema “World in a world” cuyo videoclip fue machaconamente puesto en la MTV en 1990, una de las primeras referencias visuales que muchos tuvimos de jóvenes, que reflejaban los “circle pit” de los directos de aquél género musical nuevo -dentro del marco del heavy sound- en el que se pugnaba por ver quién era más rápido y bestia al que bautizaron como TRASH METAL. Una hora y cuarto de puro deleite sin interrupción alguna y sin bises, ni despedirse de nadie…totá pa qué.

TEXTO: Eduardo “Powerage” Pineda.

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